La historia es el mejor registro de nuestro pasado, y único referente de cómo fueron y sucedieron algunos hechos.
De esta forma “la historia” no es para tomarla a la ligera, una historia puede ser verdad o mentira, puede ser triste o alegre, puede ser dramática o gloriosa, puede ser muchas cosas, pero lo que no puede ser, es mentira. Es decir una historia deber ser construida con base a hechos, y de los hechos saltar a un relato sin sesgo y sin romantizar posiciones.
En este sentido la historia de Chile ha sido el bastión político de nuestra “clase política”, son estas voces finalmente quienes al parecer, toman cartas en el asunto y deciden que va y que no va, en la historia que se quiera contar. Siendo asi, nadie repara en el tremendo daño a este patrimonio de la memoria nacional, siendo que de nuestra casta política han surgido y siguen surgiendo nuevos corruptos y nuevos hechos que poco tienen que ver con el bienestar común de quienes serán algún día parte de la historia. Es decir, la frase “la historia la escriben los pueblos” no es más que “política”.
Sergio Villalobos nació en la ciudad de Angol el 19 de abril de 1930. Inició su vida académica en 1950 al ingresar al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Inmediatamente, al año siguiente, se convertiría en ayudante de la cátedra de Historia de Chile, impartida por Guillermo Feliú Cruz. En 1956 obtuvo el título de profesor de Estado en las asignaturas de Historia, Geografía y Educación Cívica, permaneciendo ligado a la Universidad de Chile como docente de la Escuela de Periodismo, en la sede Valparaíso de esa casa de estudios.
Así parte, la biografía de Sergio Villalobos quien fuera censurado por un grupo de intelectuales de izquierda, quienes vieron en sus escritos “racismo” y una visión Eurocentrista de la historia de Chile.
En una entrevista de CNN realizada por Daniel Matamala, el periodista se encargo de hacer una apología al dolor “ancestral” del pueblo Mapuche, sin dar espacio al dialogo se dedica a cuestionar disposiciones legales que tenían contextos históricos, que pretende olvidar y solo dejar entrever “la restricciones” e injusticias aparentes de un contexto de colonización que ya es parte de la historia.
Trata de evidenciar, por medio de términos técnicos usados por el historiador, como “defectos ancestrales”, un uso “racista y discriminador. Cuando en realidad habla de costumbres ancestrales que podían perpetuar una zona de confort que impedía un desarrollo más rápido de la cultura. Ergo “defecto.
Existe un sesgo social que pretende instaurar una visión de los hechos que busca “hacer algo con lo que fue”. Desde devolver lo saqueado, hasta devolver tierras o resarcir con beneficios fiscales el “dolor ancestral”, cuya cultura ya mermada solo arrastra viejos resabios de lo que alguna vez pudo ser una gran etnia, sin quizás nunca serlo. Enmendar desde el dolor olvidando contextos e historias y solo instalar en la “industria del dolor ancestral” los beneficios sociales que buscan empoderar una línea social que puede estar llena de vicios y política, más que una real cultura del cuidado patrimonial.
La historia se construye desde los enfoques y la verdad, y no desde la censura y el sesgo ideológico.
Por Carlos Andrade, Educación en consumo y Marketing responsable.